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Más mercado, menos supermercado

Los supermercados se llenan de productos "ricos en fibra", pero...¿toda la fibra es igual de válida y beneficiosa para nuestro intestino?


La respuesta es NO. Al hablar de fibra debemos tener en cuenta tres características de ésta:


Solubilidad: capacidad de retener agua, hincharse y formar geles.


Fermentabilidad: indica el grado en el que la fibra puede ser fermentada en el intestino grueso. Esta fermentación es un proceso fundamental para fabricar sustancias esenciales para la microbiota.


Celularidad: fibra encontrada entre las paredes de las células de los vegetales, donde permanece incluso tras su cocinado. Sin embargo, en el caso de cereales y productos derivados, la fibra es acelular, asociando consumo de estas fibras acelulares con síndrome metabólico, obesidad y diabetes.



Las fibras, cuanto más solubles y fermentables sean, más beneficios aportarán a nuestro intestino: encontramos estos tipos de fibras en: manzanas, limones, naranjas, arándanos, uvas, espárragos, cebolla, ajo, plátanos, higos.


Las fibras poco solubles y poco fermentables también son necesarias para favorecer el tránsito, aunque es preferible que la mayor parte de este tipo de fibra provenga de vegetales más que de hidratos de carbono acelulares como los cereales.


Si después de comer hay dolor, distensión, exceso de gases, diarrea, o incluso síntomas extradigestivos como picor en la piel, dolor de cabeza, mareos, niebla mental, etc, puede ser señal de una alteración de la microbiota, en tal caso acudan a su especialista para que le hagan un estudio y una valoración individualizada y le ayuden a recuperar su bienestar.


Gracias por #elegirSonreír

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